martes, 4 de octubre de 2011

SELECCIÓN DE TEXTOS DEL LIBRO DE BUEN AMOR




EL PRÓLOGO

Comienza el libro (que fue escrito entre 1330 y 1345) con una plegaria a Dios y a la Virgen, seguida del prólogo en prosa, donde puede observarse la ambigua intención del autor. Así es, tras asegurar que ha escrito el libro para que, mostrando el mal, se aparte de él los que se deseen ser virtuosos, continúa:

Pero, como es humano pecar, si algunos (lo cual no aconsejo) desean usar del loco amor, aquí hallarán algunas maneras para ello. Y así, este libro mío, a todo hombre o mujer, al sensato y al insensato, puede decir: Intellectum tibi dabo[1], etc. Pero ruego y aconsejo a quien lo oyere y lo viere, que guarde bien estos tres asuntos del alma: lo primero, que entienda y juzgue bien mi intención, el sentido de lo que digo, sin quedarse en el sonido feo de las palabras; pues, según es recto pensar, las palabras están al servicio de la intención, y no la intención al de las palabras. Y Dios sabe que mi intención no fu ni incitar al pecado ni expresarme con ligereza, sino la de ofrecer ejemplo de buenas costumbres y avisos para la salvación (…)

El camino que el Libro de Buen Amor va a enseñar (al menos, uno de los caminos a que aquí alude) es el del pecado, aunque siempre desaconsejándolo, en un permanente juego equívoco.

GOZOS DE SANTA MARÍA

Tras el prólogo, figuran una plegaria en la que el poeta pide gracia a Dios para componer el Libro, y unos “gozos” (exaltación de los momentos gozosos) de la Virgen. He aquí un fragmento:

Virgen del cielo, reina,

y del mundo medicina,

quisiérasme oír,

que de tus gozos continua

escriba yo prosa, y digna,

por te servir (…)

Tú siete gozos tuviste.

El primero: Recibiste

salutación

del ángel, cuando le oíste:

“Ave María, pariste

la salvación”.


El segundo fue cumplido

cuando fue de ti nacido

y sin dolor;

de los ángeles servido

fue, y más tarde conocido

por Salvador.

Ocurrió el gozo tercero

cuando allí vino el lucero

a mostrar

el camino verdadero

a los reyes, compañero

fue en guiar.

Y fue tu cuarta alegría

cuando te dijo, María,

san Gabriel

que tu hijo vivía,

y la señal te decía

que era él.

El quinto fue gran dulzor:

cuando a tu Hijo el Señor

viste subir

al cielo, el Padre mayor,

y quedaste, con amor

de hasta Él ir. (…)


CONSEJOS DE DON AMOR

Después de afirmar en el prólogo que pretende “dar ejemplo de buenas costumbres y enseñanzas de salvación”, el Arcipreste emprende una serie de aventuras amorosas, pues hay que “probar todas las cosas y saber el bien y el mal, para escoger lo mejor”.

Tras algunos fracasos, debidos a su inexperiencia y a la picardía de las damas, el Arcipreste tiene un sueño en el que se le aparece don Amor, personaje alegórico. Juan Ruiz lo acusa de provocar todos los pecados del mundo (codicia, soberbia, avaricia, etc.), y ejemplifica sus acusaciones con fábulas. Pero don Amor no se va sino que le da consejos para que aprenda las maestrías del amor. Lo primero que ha de hacer es buscarse una amante, para lo cual don Amor le hace un retrato del tipo de mujer que le conviene y que responde al tipo de belleza femenina medieval:

Si leyeres a Ovidio que por mí fue educado,

hallarás en él cuentos que yo le hube mostrado,

y muy buenas maneras para el enamorado;

Pánfilo, cual Nasón, por mí fue amaestrado.

Si quieres amar dueñas[2] o a cualquier mujer

muchas cosas tendrás primero de aprender

para que ella te quiera en amor acoger,

sabe primeramente la mujer escoger.

Busca mujer hermosa, donosa y lozana[3],

que no sea muy alta pero tampoco enana;

si pudieres, no quieras amar mujer villana[4],

pues de amor nada sabe, y es como baüsana[5].

Busca mujer de talla, de cabeza pequeña,

cabellos amarillos, no teñidos de alheña[6];

las cejas apartadas, largas, altas, en peña[7];

ancheta de caderas: ésta es talla de dueña.

Ojos grandes, someros[8], pintados, relucientes

y de largas pestañas, bien claras y rientes,

las orejas pequeñas, delgadas; para mientes[9]

si tiene el cuello alto, así gusta a las gentes.

La nariz afilada, los dientes menudillos,

iguales y bien blancos, un poco apartadillos,

las encías bermejas, los dientes agudillos,

los labios de la boca bermejos, angostillos[10].

La su boca pequeña, así, de buena guisa[11]

su cara sea blanca, sin vello, clara y lisa;

ten, si puedes, mujer que veas sin camisa[12]

que la talla del cuerpo te dirá: ¡esto aguisa! [13](…)

Pero para enamorar a las damas necesita de una alcahueta que pueda entrar en las casas y convencer a sus futuras conquistas. Según don Amor, éstas son las dotes que ha de poseer la vieja tercera:

Si le envías recados, sea tu embajadora
una parienta tuya; no sea servidora
de tu dama y así no te será traidora:
todo aquel que mal casa, después su mal deplora.

Procura cuanto puedas que la tu mensajera
sea razonadora, sutil y
lisonjera,
sepa mentir con gracia y seguir la carrera
pues más hierve la olla bajo la tapadera.

Si parienta no tienes, toma una de las viejas
que van por las iglesias y saben las callejas;
grandes cuentas al cuello, saben muchas consejas[14],
con lágrimas de Moisés[15], encantan las orejas[16];

¡son muy grandes maestras estas falsas paviotas[17]!

En todas partes entran las astutas viejotas,

A Dios alzan las cuentas con sus quejas devotas:

¡ay cuánto mal saben estas viejas arlotas[18]!

Toma una de esas viejas que se hacen herberas[19],

que andan de casa en casa y se llaman parteras;

con afeites[20] y polvos y con alcoholeras[21]

engañan a las mozas y las ciegan de veras.

Búscate mensajera, de esas de negras patas,

que están siempre con frailes, con monjas y beatas;

son grandes andariegas, se ganan las zapatas:

esas trotaconventos hacen my malas tratas.

Donde esas mujeres entran, todo se ha de alegrar;

pocas mujeres pueden de ellas escapar;

para que no te engañen, las tienes que halagar,

pues tal encanto emplean que saben bien cegar. (…)

LOS AMORES DE DON MELÓN Y DOÑA ENDRINA


El Arcipreste, transformado en don Melón de la Huerta, se dispone a seguir los consejos de don Amor. Ve pasar por la plaza a doña Endrina de Calatayud y queda perdidamente enamorado de ella:

¡Ay Dios! ¡Y qué hermosa viene doña Endrina por la plaza!

¡Qué talle, qué donaire, que alto cuello de garza!

¡Qué cabellos, qué boquita, qué color, qué buenandanza[22]!

Con dardos de amor hiere cuando sus dos ojos alza.

Pero tal lugar no era para conversar de amores;

acometiéronme luego muchos miedos y temblores,

los mis pies y las mis manos no eran de sí señores,

perdí seso, perdí fuerza, mudáronse mis colores. (…)

Don Melón le habla, pero ella rechaza sus propuestas deshonestas. El Arcipreste sigue los consejos de don Amor y encuentra a Trotaconventos.

Busqué Trotaconventos, qual me manda el Amor;

de todas las maestras escogí la mejor;

¡Dios e la mi ventura, que me fue guiador!,

açerté en la tienda del sabio corredor.

Fallé una tal vieja, qual avía mester,

artera[23] e maestra e de mucho saber:

doña Venus por Pánfilo non pudo más facer

de quanto fizo ésta por me facer plazer.

Era vieja buhona[24], de las que venden joyas:

éstas echan el laço, éstas cavan las foyas[25];

non hay tales maestras, como estas viejas Troyas[26]:

éstas dan la maçada[27]; si has[28] orejas, oyas.

Como lo an de uso[29] estas tales buhonas,

andan de casa en casa vendiendo muchas donas[30]:

non se reguardan dellas; están con las personas,

fazen con mucho viento andar las atahonas[31].

Desque fue en mi casa esta vieja sabida,

díxele: “Madre señora, tan bien seades venida:

en vuestras manos pongo mi salud e mi vida;

si vos non me acorredes[32], mi vida es perdida. (…)

Trotaconventos no es –como será en la Celestina- un personaje diabólico. La alcahueta acude a casa de doña Endrina para cumplir con el encargo. (Todo el episodio tiene la intención moral de prevenir contra esas mujeres perversas que, con piadosa apariencia, minaban la voluntad de las jóvenes incautas.)

La buhonera con su cesto va tocando cascabeles,

pregonando sus hoyas, sortijas y alfileres.

Decía: -“¡Llevo toallas! ¡Compradme estos manteles!”

Doña Endrina la vio y dijo: -“Entra aquí, no receles.”

Entró la vieja en casa; díjole: “Mi señora, hija,

para esa mano bendita, aceptad esta sortija.

Dejadme que, en secreto, una ocurrencia os diga

que he pensado esta noche.” Poco a poco la aguija[33].

-“Hija, siempre estáis en la casa encerrada.

Envejecéis a solas, sin ser vista y admirada:

salid, mostrad en la plaza vuestra beldad loada;

Entre cuatro paredes, no vais a ganar nada.

En esta villa vive gallarda mancebía[34],

muy apuestos mancebos de mucha lozanía,

en todas las costumbres mejoran cada día,

nunca se ha reunido tan buena compañía[35].

Aunque soy podre, me acogen con cordialidad;

el mejor y el más noble de linaje y beldad

es don Melón de la Huerta, buen chico de verdad:

a los demás supera en hermosura y bondad. (…)

Doña Endrina no se fía ni de la vieja ni de las intenciones de don Melón. Pero acaba yendo a casa de Trotaconventos. El mancebo finge pasar por casualidad, y llama con gran violencia.

¡Señora doña Endrina, por mí tan bien amada!

Vieja, ¿por eso me tenías la puerta cerrada?

¡Gran día es este en que hallé tal dama celada!

Dios y mi buena ventura me la tuvieron guardada. (…)

Los designios lascivos de don Melón, ayudados por la vieja, se cumplen, y doña Endrina increpa así a Trotaconventos:

Doña Endrina le dijo: “¡Qué viejas tan perdidas!

Traéis a las mujeres engañadas, vendidas;

Ayer me dabas mil cobros[36], mil artes[37], mil salidas;

Hoy, ya deshonrada, todas resultan fallidas.” (…)

ACTIVIDADES

1. Explica en qué consisten cada uno de los gozos de Santa María.

2. En el retrato de la amante ideal señala las partes del cuerpo que se describen y explica si se sigue un orden en la descripción.

3. Analiza el valor que tienen en la descripción de la amante ideal y de Trotaconventos los sustantivos, adjetivos y verbos e intenta justificar el porqué de su abundancia o escasez en uno y otro texto.

4. Comenta las características del oficio y los rasgos morales que ha de poseer la alcahueta, para lo te será de mucha utilidad fijarte en los oficios que deberá tener como tapadera y en la reiteración de los términos relacionados con “andar”, incluido el calificativo de Trotaconventos.

5. Analiza el retrato de doña Endrina con especial atención al tono emotivo y a los recursos expresivos que idealizan a la joven.

6. Comenta la visita de la vieja a doña Endrina, teniendo en cuenta, entre otros, estos aspectos:

a. Los distintos momentos en el desarrollo de la acción.

b. La presentación de la vieja y su caracterización como buhonera.

c. Los argumentos que utiliza para vencer la resistencia de doña Endrina.

d. Las virtudes que Trotaconventos resalta de don Melón.



[1] Son palabras bíblicas, del Salmo XXXI, que el Arcipreste utiliza maliciosamente; significan: “Te daré entendimiento (y te enseñaré el camino por el que has de andar).”

[2] Mujer de buena posición social.

[3] Bella y sana.

[4] Mujer de baja condición social.

[5] Espantapájaros.

[6] Tinte rubio o pelirrojo para el pelo.

[7] En curva.

[8] Más altos.

[9] Fíjate, observa.

[10] Estrechos.

[11] De buena traza, forma.

[12] En ropa interior.

[13] Esto es conveniente.

[14] Consejas: refranes y cuentos para encandilar.

[15] Lágrimas de Moisés: frutos de una gramínea con que se hacían rosarios.

[16] Encantan las orejas: de quien las oye, con aspecto tan devoto, creyéndolas virtuosas.

[17] Paviotas: intrigantes, que hacen aspavientos como los pavos reales.

[18] Arlotas: bribonas, vagabundas.

[19] Herberas: herbistas (con hierbas hacían filtros de amor).

[20] Afeites: cosméticos.

[21] Alcoholeras: vasijas para alcohol, palabra esta que entonces designaba el polvo negro de antimonio para párpados y pestañas.

[22] Buenandanza: paso altivo y elegante.

[23] Artera: astuta.

[24] Buhona: buhonera, vendedora de baratijas.

[25] Foyas: hoyos, trampas.

[26] Troyas: alcahuetas.

[27] Maçada: golpe, daño.

[28] Has: tienes

[29] An de uso: tienen por costumbre.

[30] Donas: dueñas, mujeres.

[31] Atahonas: molinos.

[32] Acorredes: socorréis.

[33] Aguija: despierta su curiosidad.

[34] Mancebía: conjunto de mancebos o jóvenes.

[35] Compañía: conjunto de jóvenes.

[36] Cobros: remedios (contra la soledad).

[37] Artes: modos (de combatir la soledad).

miércoles, 1 de junio de 2011

PROPOSICIONES SUBORDINADAS ADVERBIALES PROPIAS




Son aquéllas que pueden sustituirse por un adverbio. Se diferencian por el tipo de adverbio que las sustituye. Así se distingue entre adverbiales de lugar, de tiempo y de modo.

ADVERBIALES DE TIEMPO
Se pueden sustituir por el adverbio entonces. Funcionan de CCT

Las proposiciones subordinadas adverbiales de tiempo establecen tres relaciones temporales diferentes con el verbo principal:
- Anterioridad: El hecho expresado en la subordinada es anterior al del verbo principal: Me iré después (de) que te duermas.
- Posterioridad: El hecho expresado en la subordinada adverbial temporal es posterior al del verbo principal: Me iré antes (de) que te despiertes.
- Simultaneidad: Los dos hechos se producen a la vez: Vístete mientras hablas.

Pueden aparecer de distinta manera:
- Con los nexos cuando, mientras, antes (de) que, después (de) que, apenas, en cuanto, al tiempo que, en tanto (que), no bien...: Lo compró cuando salió. Escribía mientras oía música. Antes (de) que te lo diga, vete.
- Con infinitivo (precedido de al, tras, nada más, después de). Al caer la tarde, la penumbra invadió el jardín. 
- Con gerundio. 
- Con participio (solo o con apenas, una vez, después de)
- Con estructuras impersonales con el verbo hacer conjugado: Hace años vino al pueblo

ADVERBIALES DE MODO
Las proposiciones subordinadas adverbiales de modo expresan la forma o manera en que se realiza la acción del verbo principal. Se pueden sustituir por el adverbio así y funcionan de CCM del verbo principal: Viajará como siempre lo hizo.
Pueden aparecer incluidas en la estructura oracional de distintas formas:
- Con los nexos como, según, conforme, como si: Sonreía como siempre lo hace. Lo hizo según se lo dijiste. La miraba como si la odiara.
- Con infinitivo (precedido de sin): Miraba fijamente a los demás sin importarle la indiscreción. 
- Con gerundio.

ADVERBIALES DE LUGAR
Expresan el lugar en el que ocurre la acción del verbo principal. Se pueden sustituir por ahí y cumplen la función de CCL del verbo principal: Acuérdate de mí dondequiera que estés.

En cuanto a su forma, aparecen con el nexo donde (puede ir precedido de preposiciones: a donde, de donde…) y su variante dondequiera que: Iré donde me mandes. Lo buscaré dondequiera que esté.